lunes, 30 de noviembre de 2009

Por la ventana el día se asomaba gris, la casa se convertía. Ella desistió de llorar para hacerse cargo de sus torpezas, “perdón” le gritaba una y otra vez, estaba arrepentida del tiempo que le había hecho perder, según decía. Él cansado de escucharla, entre palabras vacías, la agarró por la espalda se la apoyó bien fuerte y en el oído le dijo algo que ella hasta el día de hoy no logra discernir pero que igual la calentó, se mojó al instante, él le levantó la pollera y con el torso en la mesa, ella gritaba mirándose al espejo inmenso que había en la pared, él con los pantalones hasta la rodilla no paraba de meterla y sacarla con fuerza sintiendo como cada vez le costaba menos. Del edificio de enfrente un vecino miraba un poco el gran desempeño del varón, es que los gritos llamaban la atención habría declarado en una mesa de amigos más adelante.

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